Gracias, Francisco
El papa
logró unir a un país profundamente dividido. Por primera vez en mucho
tiempo los colombianos buenos fueron los protagonistas. Estos son los mensajes
que el país no olvidará.
La partida
del papa Francisco deja a muchos colombianos con nostalgia. Durante una semana
el sumo pontífice eclipsó al país enteró y le entregó a una sociedad
profundamente dividida y polarizada el respiro que tanto hacía falta. Sus
mensajes fueron mucho más de lo que se espera de un hombre religioso y llegaron
a permear los principales dilemas que tiene la sociedad colombiana frente a la
paz, la equidad, la corrupción y el cuidado de la naturaleza.
Donde más se sentía la nostalgia era en la
pista del aeropuerto Rafael Núñez de Cartagena. La caída de la noche
significaba la partida de Francisco. La banda de Baranoa no paraba de tocar y
bailar, como tratándolo de convencer de que no se marche. Pero sonó el
‘Colombia Tierra Querida’ y el papa volteó la espalda. Se despidió del
presidente de la república y subió las treinta escalinatas hasta la boca del
avión. Saludó a la tripulación y volvió a darse vuelta. Levantó su mano derecha
y con la sonrisa que siempre lo acompañó, hasta cuando se dio un golpe de boxeador
(“una puñada”, como la definió) que le inflamó el pómulo, se despidió. Colombia
jamás olvidará las 98 horas que Francisco estuvo en su suelo.
La visita del papa Francisco
dejó ver esa Colombia escondida. Su estadía en Cartagena este domingo fue la
demostración más visible. El papa no fue solamente a la ciudad amurallada en
donde tradicionalmente se realizan los más pomposos eventos del país, sino que
estuvo en la casa de Lorenza, en San Francisco, una barriada de cerca de 8.000
habitantes a la que ni siquiera llega el transporte público. José Guarnizo,
editor de Semana.com, visitó a la humilde mujer de 77 años que
lleva décadas dándoles un plato de comida a los niños vecinos. Su
historia fue la primera plana de las noticias del día, en un país en que en esa
franja suelen estar los escándalos y los carruseles. La vida de Lorenza, su
amor, su devoción y su entrega, se convirtieron en noticia, y le recordaron al
país que existen miles de colombianos buenos.
Con la visita del papa, esos colombianos
buenos fueron protagonistas como nunca antes. Y sus testimonios de vida
emocionaron a muchos hasta las lágrimas. La mamá de Santiago Salazar, un niño
con parálisis cerebral, burló el protocolo y se esfumó entre los guardias para
que el sumo pontífice le diera una bendición. Una mujer, víctima de un ataque
con ácido, aseguró que después de hablarle se arrepintió de practicarse la
eutanasia. Un papá asistió todos los días a la nunciatura para que el papa
pudiera ver a su hijo Samuel, un pequeño con una enfermedad huérfana que puede
ser terminal.
Esa Colombia enferma pocas veces había salido
de esa manera. En Bogotá, por ejemplo, más de 12.000 personas con alguna
discapacidad o con males graves, asistieron a la misa. Para que eso fuera
posible 7.000 bogotanos se ofrecieron de voluntarios para acompañarlos. Algunos
iban en camilla, otros con oxígeno. Las cámaras captaron en medio de la lluvia
a un grupo de niños con síndrome de down bailando felices en esa espera.
Esta semana, el país vivió
una peregrinación de multitudes. Jaime Flórez, de SEMANA, acompañó a Ligia
Buitrago, una mujer que sufre de una enfermedad en sus articulaciones que le
impide moverse. La travesía de 12 horas para llegar sola desde Duitama a ver al
santo padre es apenas una muestra de la magnitud de la peregrinación que tuvo
lugar en el país. La imagen de los 2.000 indígenas caminando a su encuentro en
Villavicencio es una postal de la diversidad del país que difícilmente se
repetirá.
Las víctimas también fueron
protagonistas. En Medellín, una niña del Hogar San Francisco contó cómo había
perdido a su familia en la masacre de San Carlos y ella misma había quedado
herida. De ese mismo pueblo llegó Pastora Mira hasta el parque las Malocas en
Villavicencio. Después de contar lo que había sufrido, relató cómo había podido
perdonar y ayudarles a los demás a hacerlo. El papa le contestó: “Pastora Mira,
tú lo has dicho muy bien: la violencia engendra más violencia, el odio más
odio, y la muerte más muerte”. En esa ciudad, el papa bendijo el Cristo de
Bojayá, en un acto que a muchos les recordó cuando Juan Pablo II se arrodilló
en el campo santo de Armero, después de la avalancha.
Francisco dejó mensajes que
los colombianos difícilmente olvidarán. El que le entregó a los jóvenes
se convirtió en viral. “No se dejen robar la alegría… ¡No le teman al futuro!
¡Atrévanse a soñar a lo grande! A ese sueño grande los quiero invitar hoy”. En
su decálogo de consejos les dijo que no se dejen enredar por historias viejas y
miren con extrañeza "cuando los adultos repiten acontecimientos de
división simplemente por estar atados a rencores".
Las esperadas pistas sobre el proceso de paz
calaron en el ambiente político. Cada orilla las entendió a su acomodo, y
quizás por eso, todos quedaron felices. El papa le apuntó a los temores que
genera el proceso de paz. Aseguró que “todos, al final, de un modo u otro,
también somos víctimas, inocentes o culpables, pero todos víctimas” y agregó
que entiende que es “difícil aceptar el cambio de quienes apelaron a la
violencia cruel para promover sus fines”.
Quienes
son escépticos al proceso encontraron eco en algunas de sus palabras, en
especial en lo relacionado con la justicia. Uribe retomó algunas de sus
frases como esta que dijo en Cartagena: “Las heridas hondas precisan
necesariamente de instancias donde se haga justicia, se dé posibilidad a las
víctimas de conocer la verdad, el daño sea convenientemente reparado y haya
acciones claras para evitar que se repitan esos crímenes”.
El expresidente cumplió su
promesa y no asistió a ninguno de los eventos protocolarios que se planearon
con el santo padre. Lo esperó en la calle 26, como cualquier transeúnte, y
aunque sus fotos crearon los primeros memes de la jornada, luego aclaró que no
esperaba que parara a verlo. El sábado, el expresidente asistió como un
feligrés más a la misa campal de Medellín.
Los seguidores del proceso
también encontraron frases de aliento. El papa elogió los esfuerzos que ha
tenido el país y aseguró que esa apuesta era una de las razones principales de
su presencia en Colombia. "Quise venir hasta aquí para decirles que
no están solos, que somos muchos los que queremos acompañarlos en este
paso…Están presentes en mis oraciones rezo por el pasado, por el presente y por
el futuro de Colombia", dijo en la Casa de Nariño. Luego en Villavicencio,
aseguró que “en este enorme campo que es Colombia todavía hay espacio para la
cizaña. Ustedes estén atentos a los frutos, cuiden el trigo y no pierdan la paz
por la cizaña”.
En sus discursos hubo mensajes muy políticos
y muy simbólicos. Y hasta la Iglesia recibió uno que otro varillazo. A los
sacerdotes les dijo que no hay que apegarse a intereses materiales pues “el
diablo entra por el bolsillo” y agregó que “no se puede servir a Dios y al
dinero”. Para Francisco, la corrupción está al acecho en todas las esquinas y
ni siquiera los hombres y mujeres que sirven al señor están exentos de esa
tentación. “La Iglesia no es una aduana”, concluyó.
Y a los
colombianos les hizo otro llamado esencial: a cuidar su enorme riqueza natural.
“Colombia es una nación bendecida de muchísimas maneras… Colombia es el segundo
país del mundo en biodiversidad y al recorrerlo se puede saber qué tan inmenso
es el señor”, dijo. El papa habló de los Farallones de Cali, del Chocó, del
Amazonas, elogió las selvas lluviosas y las playas colombianas.
Sus palabras pusieron a todo
el país en un modo reflexivo que ya se empieza a extrañar.